martes, 7 de abril de 2009

Into the wild (Hacia rutas salvajes)


Es la cuarta película en la filmografía del actor Sean Penn, en su faceta de realizador.
Si bien Penn resulta una autentica estrella de la industria, conocido , tanto por su polémico posicionamiento político, como por una brillante carrera delante de las cámaras, todo ello aderezado por gotas de ese aroma, sugerente y perverso, que es el glamour hollywoodiense y la industria del corazón, es justo reconocerle, además, una calidad como director que se viene ganando a pulso desde su primer film The indian runner (Extraño vínculo de sangre, 1991); una carrera ampliada con cintas posteriores, The crossing Guard (Cruzando la oscuridad,1995) y The Pledge (El juramento,2001), además de un precioso cortometraje en la peli homenaje 11´09´´01, que le valió un galardón en el Festival de Venecia
En Into de Wild, traducida al castellano como Hacia tierras salvajes, Penn toma prestada la historia de Christopher MacCandless (interpretado por Emile Hirsch), de las manos directas de Jon Krakauel, escritor y novelista, que publicó en 1996 la novela homónima.
Joven, culto, cualificado y recien licenciado del instituto, Chris se encuentra en la tesitura de elegir qué quiere hacer con su vida. Una crisis existencialista que pretende mostrar el choque moral de una sociedad convencional y decadente, representada por su padres, en contraste con los valores propios de aquellos que entienden la vida como una experiencia trascendente.
El tono de la peli recuerda a aquellos filmes setenteros, con John Void, Dustin Hoffman, Redford (aquellos montajes tan televisivos con zooms exagerados, planos quemados, ralentizados, etc...), con tintes indies (esos preciosos grandes angulares que tanto me gustan) y con una banda sonora agradable y evocadora, que acentúa ese punto ascético del que se imbulle este muchacho, en su intento de alcanzar la comunión plena con la naturaleza, con el origen; el viaje como metáfora de la vida, el camino, la propia experiencia trascendente
El destino es Alaska.
En el trayecto se queda Chris, y nace su alter ego, Alexander Supertramp, que conocerá otra realidad, se cruzará con otras personas, se implicará, y sobre todo, no dejará de buscar, hasta las últimas consecuencias.
El contrapunto lo introduce la voz en off de su hermana, un personaje auxiliar bien perfilado y creo que, como recurso narrativo, bastante bien utilizado, que nos muestra la reacción que la desaparición de Christopher ha tenido en su familia, y las consecuencias en el entorno abandonado.
A mí me parece una gran película, aunque sí es cierto que, en ocasiones, la historia se espesa en demasía a causa, precisamente, de ese tono vintage del que hablaba antes. Además se disfruta de una fotogenia excelente; un marco excelente para un desenlace que raya el misticismo.
Muy recomendable


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