viernes, 8 de mayo de 2009

El corazón hermético

Guardé mi corazón en la mochila, hace ya, ¡puff! una tira de tiempo. Abandoné la senda que, poco a poco, fui dibujando hasta aquel momento; dejé a mi compañera, con el alma arañada por una esperanza mil veces frustrada, y moldeé en su cara el rostro de la decepción.

Pero estoy aquí, y soy mejor.

Esbocé con tiza roja un camino nuevo hacía otro lugar, buscando la manera de volver a ser yo mismo, pues la cotidianeidad del tiempo, los anhelos rescatados del baúl adolescente donde permanecen vivas las ilusiones postreras, cegaron mi entendimiento, y en la elasticidad acomodaticia de la rutina, confundieron mis sentidos.

Y no era feliz.

Enfilé por la calle de enmedio, como suelo hacer siempre; me tiré a la piscina pensando que podría hacer saltos de trampolín en un vaso lleno de agua, y aunque demostré la misma gracia que un paquidermo perdido en una cacharrería, no salí mal parado del todo.

Me arriesgué.

Amé, lloré, grité.
Me vacié para poder volver a llenarme, como un borracho, como un adicto a la vida.
Vaciando los posos del ayer; las excrecencias que debían ser eliminadas por el retrete de mi cuarto de baño. Filtrando, aclarando mi alma.

Me limpié.

Fui testigo del mayor milagro y víctima de la peor tragedia: ver como mi futuro crecía y no poder guardarle conmigo. Pero jugamos, y reímos, y pintamos peces azules, y lunas con cara de perra, y trenes de ojos grandes. Y en un mohín de pura inocencia, en una mirada que, por un segundo, solo por un segundo, me devolvió a la impecable blancura de las hojas de un cuaderno escolar sin estrenar

Me encontré

Y me vi hermoso, como hacía años que no me veía.

Pero también frágil y vulnerable.

Y entonces comprendí que ya mi tiempo había pasado, y otro era ahora el elegido de los dioses.
El que tiene que trazar su camino con tiza roja.
A partir de entonces, la senda que voy trazando ya no está pintada de rojo, sino de blanco, de un blanco luminoso que se pueda ver, incluso, en la noche más cerrada, porque mi camino ya no busca más sentido, que intentar eliminar los obstáculos de la senda del que viene detrás de mí.

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