sábado, 28 de marzo de 2009

Samanta Villar, 21 días... fumando porros



Este reportaje debería haberse llamado de otra forma, algo así como "El gran atracón".
Lo que ha hecho esta chica es una autentica barbaridad, y como experiencia, sencillamente no creo que tenga un gran valor; que una persona que no suele fumar cannabis se pegue una panzada en veintiún días no significa que le acredite para poder entender, ni siquiera por asomo, la diversidad de sensaciones, aspectos y circunstancias que rodean a los consumidores habituales de cannabis.
Y no es que el reportaje esté mal. Creo que tiene cosas bastante destacables, otras no tanto, y otras simplemente tendenciosas y con un tufo a moralina que canta más que un canuto de Superskunk.
La conclusión que saco del reportaje, no es otra que no es tanto la droga en sí, sino el consumo que cada persona haga de ella, pero eso no es ninguna novedad. A quien más y a quien menos nos gusta quedar el sábado o el domingo, a eso del mediodía, para tomarnos unos botellines con los amiguetes, y eso no significa que todos nos bebamos una botella de alcohol destilado al cabo del día.
En mi opinión, creo que la persona fumadora de cannabis, ante todo no debe engañarse. El cannabis es una droga, como otra cualquiera, y como tal no se puede considerar inocua: tiene efectos y consecuencias: afecta a la percepción, crea sindrome de abstinencia, incidencia en la salud, dependencia, etc. Que estos efectos no sean tan acentuados como en otras sustancias no quiere decir que no existan, y el que no lo quiera ver se está engañando.
Y que conste que a un servidor le gusta fumar porretes. Eso sí, si descontamos los antes mencionados botellines, tampoco consumo otras sustancias. La gente que me conoce puede ratificarlo.
Es una cuestión más de hábitos que otra cosa. Llegas del trabajo hasta las narices y te apetece relajarte. Quedas con tus amigos y te echas unas risas. O bien estás en casa, y te apetece fumarte un flai mientras repasas algo que has escrito, precisamente porque te gusta ese cambio en la percepción, ese puntito de depresión lúcida del que habla Antonio Escohotado en el video, que te da cierto distanciamiento. Te aleja un poquito, ojo; ni te hace escribir mejor, ni te va a inspirar, que quede claro.
Sin embargo afecta, y mucho, cuando necesitas empeñar toda tu atención durante el desarrollo de un trabajo, o en relaciones personales que se salen del mero contexto de la amistad, o simplemente cuando tu mente necesita estar al cien por cien, vamos, que si fumas costo o maría mientras curras, tienes muchas papeletas para cagarla... o quizás no, pero a mí no me gusta, precisamente porque me angustia, me emparanoia y en vez de ser una experiencia agradable se convierte en un rato bastante mustio, que es lo que le pasa a a esta chica durante el reportaje. En cualquier caso te pasaría lo mismo si fueras cocido a carajillos. Creo que es una obviedad manifiesta, para eso no había hecho falta que te pusieras gocha, mujer.
Una pregunta para Samanta, con respecto a los chicos de Proyecto Hombre que aparecen en el reportaje: ¿Solamente fumaban porros? Lo digo porque yo soy de Carabanchel, conozco a gente que ha pasado por esa asociación, y a otros que sin pasar por ella han vivido situaciones parecidas, y lo más común en todos ellos es que el cannabis solo haya sido una más de las distintas sustancias que han consumido. No entro en el manido debate de si han empezado con porros y han acabado enganchados al caballo, probablemente el hecho de ver a su padre más tiempo en el bar que en su casa también influyera. Pero en cualquier caso no solo han sido los porros los que han arruinado su vida, en todo caso habrá sido el hecho, cada vez más normal (y de ahí el alarmante incremento) de incluir el consumo de drogas (unas más aceptadas socialmente que otras, como el alcohol) como elemento de ocio, algo que en las sociedades desarrolladas lleva pasando desde hace casi cuarenta años (del tabaco ni hablo), y ahí tiene mucho que decir el nivel cultural, educacional, el ámbito familiar y el entorno social de los potenciales consumidores.
Tampoco voy a entrar en el debate sobre la legalización. Creo que puede tener cosas negativas y otras muchas positivas; como ya he comentado antes creo que es más una cuestión de cada consumidor que de la droga en sí, no creo que fuera la solución al problema; en algunos casos resultaría nefasta, en otros muchos creo que muy positiva por lo que conlleva en terminos de control de calidad, información o precio.
Otra cuestión ¿Dónde queda la libertad del individuo, conocedor de estas consecuencias y efectos de los que hablo, para decidir si quiere o no fumarse un porro? En el reportaje ni se plantea. Conozco los coffeeshops de Amsterdam, y lo que más me gusta de ellos es la sensación de normalidad que me ha invadido cuando me he sentado en una terraza a fumarme un canutito, después de una buena pateada por la ciudad, sin verme a mí mismo como un marginal que está haciendo algo malo, y sin sentirme juzgado.
Estoy seguro que más de una persona que pueda leer este post, pensaría que, pese a lo que quiera contar, soy un drogadicto en potencia, o un alcohólico en potencia por lo que he dicho antes de los botellines, y es probable que tenga razón. Sin embargo creo que llevo mi vida con bastante normalidad, o por lo menos no veo que mis problemas sean muy distintos a los de otra gente que ni fuma ni bebe, y lo que también he tenido ocasión de comprobar es que hay gente que hace este tipo de juicios y vive en un continuo conflicto, en una especie de lucha contra el montón de estímulos a los que nuestra forma de vida nos enfreta de forma cotidiana. Eso si no son directamente unos hipócritas.
Una última reflexión con respecto a los efectos en la percepción, la perdida de atención, o las consecuencias sobre la salud ¿Acaso trabajar doce horas todos los días no genera los mismos problemas? ¿Para cuando una ley que prohiba trabajar un montón de horas seguidas? (Y eso que no entro en otro tipo de demagogias como la adicción a la tele o la religión, que esa es otra)

Un besote hermétic@s




jueves, 26 de marzo de 2009

The way we were



Sydney Pollack dirigió a Robert Redford y a Barbra Streisand en 1973, en un film conmovedor, que, sin abandonar del todo los tintes sensibloides que caracterizan los dramas románticos de Pollack (vease Memorias de África), llega al corazón cargado de una serie de valores que le imprimen una cercanía atractiva por reconocible, intrinseca al mundo real, y, en muchos casos, identificable con la propia experiencia del espectador.
Fugaces momentos de felicidad, de pasión, de cariño; necesidad y admiración por la persona amada, por encima incluso de la propia coherencia; ilusión y esperanza por superar las incompatibilidades... desengaños y traiciones que no son sino el reflejo de nuestras propias contradicciones, que permanenecen latentes en toda relación, arrinconadas porque el amor es ciego, sordo y torpe, pero que el tiempo y la convivencia siempre se encargan en sacar a la luz.
Un servidor lo aprendió por la vía mártir.
Hubbell Gardiner y Katie Morowski son dos personajes con muy diferente caracter. Él, típico joven estudiante americano, talentoso, popular, guapo y ganador; todo un aspirante a engrosar la juventud burguesa americana de finales de los años treinta, que intentaba olvidar los años negros de la depresión vivida por sus padres, amparados por la recuperación económica y el ambiente progresista proporcionado por la administración Roosevelt. Katie también es heredera de aquellos tiempos, pero en su caso se ha generado un compromiso político y social, una mujer pragmatica, acostumbrada a llamar a las cosas por su nombre.
No puedo dejar de reseñar la breve pero emotiva referencia que, en un momento dado, hace Katie a la guerra civil española y el llamamiento de ayuda a favor de la República. Algo totalmente inaudito en una peli americana.
Y es ese antagonismo, precisamente, el que los convierte en amantes; la fascinación por lo que cada uno representa: la coherencia personal y el compromiso de Katie y las ansias de vivir de Hubbell... y lo que convertirá su amor, pese a todo, en un imposible.
Marvin Hamlisch el compositor de "The way we were", ganó el oscar a la mejor banda sonora original, interpretada y convertida por la propia Streisand en uno de los temas más emotivos y reconocibles de la historia del cine.
No soy muy dado a este genero del drama romántico, pero hoy la astenia primaveral me ha podido. Eso y el recuerdo de dos amores que por intensos, se volvieron imposibles. Este post está dedicado a ellas.

Feliz primavera, hermétic@s



lunes, 23 de marzo de 2009

Entre hijos de puta anda el juego ...de la guerra

El otro día leí en Público un artículo que me puso los pelos de los brazos como escarpias. Resulta que ahora, a los soldados israelíes les ha dado por ponerse unas camisetas donde rezan motivos tan aberrantes como un punto de mira sobre una mujer palestina embarazada y un slogan "dos por el precio de uno", y esto solo es un ejemplo.
Por otro lado, desde la ofensiva de Diciembre sobre Gaza, Hamás a seguido disparando sus cohetes de feria sobre territorio de Israel, según fuentes judías, unos cincuenta proyectiles.
No voy a entrar en el debate sobre el manido argumento de la autodefensa que los sionistas se empeñan en esgrimir, porque desde mi punto de vista no hay tal debate; el desequilibrado balance convierte cualquier justificación en pura demagogia indecente.
Que los radicales de Hamás son una panda de hijos de puta es, insisto, desde mi punto de vista, una obviedad. Son un grupo que necesita tener a su propio pueblo diezmado, aplastado, y sin esperanza, para encontrar, en sí mismos, una razón de ser. Es lo que les pasa a los autoproclamados "salvadores" ¿Alguien puede explicarme que sería de todos esos "líderes" descerebrados si, por una remota casualidad, se encontrara algún atisbo de solución al problema? ¿Cómo van a desarrollar una política constructiva si en su discurso solo hay lugar para el odio? Hamás es resultado directo de la política israelí. Ha llenado huecos que debía haber ocupado un aparato estatal que los judios se empeñan, no en destruir, porque no existe, sino ni siquiera en dejar que se consolide. Arafat lo tenía claro, por eso se lo cargaron entre los dos.
¿Son menos hijos de puta los que utilizan una guerra para hacer una campaña electoral? Para nada, al contrario, son aún más, porque ellos sí que tienen un apoyo estatal, patrocinado por otros estados aliados, y no dudan en utilizar toda su fuerza. Y entre sus herramientas están los medios de comunicación, los fabricantes de opinión, los irresponsables de la rotativa y envenenadores hertzianos. Si yo fuera un poquito hijoputa (que a lo mejor también lo soy) diría: "Qué bien aprendieron la lección de Goebbles", pero como un servidor, pese a todo , quiere pensar que es mejor persona que esta panda de desgraciados, no va a mezclar churras con merinas, que un hijoputa es un hijoputa sea cual sea su pelaje. Y me consta que en Israel hay gente con la cabeza despejada y el estomago calmado. Pocos, pero haberlos, hailos.
A pesar de los excesos, del desequilibrio, del desmesurado afan genocida de los dirigentes sionistas, creo, sinceramente, que la opinión pública internacional no debería caer en el maniqueísmo, y tomar el conflicto juzgando a Israel de forma unilateral, sin entrar a considerar la actuación de los "salvadores" de Hamás, y no porque no haya motivos para condenar, sino porque las consecuencias se traducen en una mayor cerrazón del pueblo judio; un creciente sentimiento ultranacionalista alimentado por la "incomprensión internacional" que es campo abonado para que los neofascistas de Sión sigan llevando su discurso criminal, directamente a las tripas de su pueblo, en detrimento de cualquier tipo de razonamiento constructivo... O aunque solo sea para que estos hijos de puta de la camiseta no tengan razones para vestirlas. Yo, por mi parte, seguiré apoyando las manifestaciones a favor de la paz.

Es hora de volver




Tres meses sin publicar un solo post, ya me cunde. Y no porque no haya nada que decir, que lo hay, y mucho.
Hérmeticos, antes de nada quiero pediros disculpas por mi imperdonable dejadez. Lo único que puedo decir en mi descargo es que la temporada de ski es la temporada de ski, y es sagrada.
Durante estos tres meses he organizado y coordinado dos viajes, uno a Baqueira y otro a Andorra, en los que hemos llegado a mover a setenta personas, y eso (amén de las demás circunstancias que rodean mi vida y en las que no voy a entrar por no parecer un alma en pena) ha monopolizado mi tiempo y mi energía.
Pero con el sol se va la nieve, hasta el año que viene y Raguenó vuelve a encender el horno.
Gracias a todos los que me habéis echado la bronca por no escribir, porque vuestro interés es la harina que este humilde pastelero de letras necesita para su labor.



Un beso a tod@s