Este reportaje debería haberse llamado de otra forma, algo así como "El gran atracón".
Lo que ha hecho esta chica es una autentica barbaridad, y como experiencia, sencillamente no creo que tenga un gran valor; que una persona que no suele fumar cannabis se pegue una panzada en veintiún días no significa que le acredite para poder entender, ni siquiera por asomo, la diversidad de sensaciones, aspectos y circunstancias que rodean a los consumidores habituales de cannabis.
Y no es que el reportaje esté mal. Creo que tiene cosas bastante destacables, otras no tanto, y otras simplemente tendenciosas y con un tufo a moralina que canta más que un canuto de Superskunk.
La conclusión que saco del reportaje, no es otra que no es tanto la droga en sí, sino el consumo que cada persona haga de ella, pero eso no es ninguna novedad. A quien más y a quien menos nos gusta quedar el sábado o el domingo, a eso del mediodía, para tomarnos unos botellines con los amiguetes, y eso no significa que todos nos bebamos una botella de alcohol destilado al cabo del día.
En mi opinión, creo que la persona fumadora de cannabis, ante todo no debe engañarse. El cannabis es una droga, como otra cualquiera, y como tal no se puede considerar inocua: tiene efectos y consecuencias: afecta a la percepción, crea sindrome de abstinencia, incidencia en la salud, dependencia, etc. Que estos efectos no sean tan acentuados como en otras sustancias no quiere decir que no existan, y el que no lo quiera ver se está engañando.
Y que conste que a un servidor le gusta fumar porretes. Eso sí, si descontamos los antes mencionados botellines, tampoco consumo otras sustancias. La gente que me conoce puede ratificarlo.
Es una cuestión más de hábitos que otra cosa. Llegas del trabajo hasta las narices y te apetece relajarte. Quedas con tus amigos y te echas unas risas. O bien estás en casa, y te apetece fumarte un flai mientras repasas algo que has escrito, precisamente porque te gusta ese cambio en la percepción, ese puntito de depresión lúcida del que habla Antonio Escohotado en el video, que te da cierto distanciamiento. Te aleja un poquito, ojo; ni te hace escribir mejor, ni te va a inspirar, que quede claro.
Sin embargo afecta, y mucho, cuando necesitas empeñar toda tu atención durante el desarrollo de un trabajo, o en relaciones personales que se salen del mero contexto de la amistad, o simplemente cuando tu mente necesita estar al cien por cien, vamos, que si fumas costo o maría mientras curras, tienes muchas papeletas para cagarla... o quizás no, pero a mí no me gusta, precisamente porque me angustia, me emparanoia y en vez de ser una experiencia agradable se convierte en un rato bastante mustio, que es lo que le pasa a a esta chica durante el reportaje. En cualquier caso te pasaría lo mismo si fueras cocido a carajillos. Creo que es una obviedad manifiesta, para eso no había hecho falta que te pusieras gocha, mujer.
Una pregunta para Samanta, con respecto a los chicos de Proyecto Hombre que aparecen en el reportaje: ¿Solamente fumaban porros? Lo digo porque yo soy de Carabanchel, conozco a gente que ha pasado por esa asociación, y a otros que sin pasar por ella han vivido situaciones parecidas, y lo más común en todos ellos es que el cannabis solo haya sido una más de las distintas sustancias que han consumido. No entro en el manido debate de si han empezado con porros y han acabado enganchados al caballo, probablemente el hecho de ver a su padre más tiempo en el bar que en su casa también influyera. Pero en cualquier caso no solo han sido los porros los que han arruinado su vida, en todo caso habrá sido el hecho, cada vez más normal (y de ahí el alarmante incremento) de incluir el consumo de drogas (unas más aceptadas socialmente que otras, como el alcohol) como elemento de ocio, algo que en las sociedades desarrolladas lleva pasando desde hace casi cuarenta años (del tabaco ni hablo), y ahí tiene mucho que decir el nivel cultural, educacional, el ámbito familiar y el entorno social de los potenciales consumidores.
Tampoco voy a entrar en el debate sobre la legalización. Creo que puede tener cosas negativas y otras muchas positivas; como ya he comentado antes creo que es más una cuestión de cada consumidor que de la droga en sí, no creo que fuera la solución al problema; en algunos casos resultaría nefasta, en otros muchos creo que muy positiva por lo que conlleva en terminos de control de calidad, información o precio.
Otra cuestión ¿Dónde queda la libertad del individuo, conocedor de estas consecuencias y efectos de los que hablo, para decidir si quiere o no fumarse un porro? En el reportaje ni se plantea. Conozco los coffeeshops de Amsterdam, y lo que más me gusta de ellos es la sensación de normalidad que me ha invadido cuando me he sentado en una terraza a fumarme un canutito, después de una buena pateada por la ciudad, sin verme a mí mismo como un marginal que está haciendo algo malo, y sin sentirme juzgado.
Estoy seguro que más de una persona que pueda leer este post, pensaría que, pese a lo que quiera contar, soy un drogadicto en potencia, o un alcohólico en potencia por lo que he dicho antes de los botellines, y es probable que tenga razón. Sin embargo creo que llevo mi vida con bastante normalidad, o por lo menos no veo que mis problemas sean muy distintos a los de otra gente que ni fuma ni bebe, y lo que también he tenido ocasión de comprobar es que hay gente que hace este tipo de juicios y vive en un continuo conflicto, en una especie de lucha contra el montón de estímulos a los que nuestra forma de vida nos enfreta de forma cotidiana. Eso si no son directamente unos hipócritas.
Una última reflexión con respecto a los efectos en la percepción, la perdida de atención, o las consecuencias sobre la salud ¿Acaso trabajar doce horas todos los días no genera los mismos problemas? ¿Para cuando una ley que prohiba trabajar un montón de horas seguidas? (Y eso que no entro en otro tipo de demagogias como la adicción a la tele o la religión, que esa es otra)
Un besote hermétic@s
Lo que ha hecho esta chica es una autentica barbaridad, y como experiencia, sencillamente no creo que tenga un gran valor; que una persona que no suele fumar cannabis se pegue una panzada en veintiún días no significa que le acredite para poder entender, ni siquiera por asomo, la diversidad de sensaciones, aspectos y circunstancias que rodean a los consumidores habituales de cannabis.
Y no es que el reportaje esté mal. Creo que tiene cosas bastante destacables, otras no tanto, y otras simplemente tendenciosas y con un tufo a moralina que canta más que un canuto de Superskunk.
La conclusión que saco del reportaje, no es otra que no es tanto la droga en sí, sino el consumo que cada persona haga de ella, pero eso no es ninguna novedad. A quien más y a quien menos nos gusta quedar el sábado o el domingo, a eso del mediodía, para tomarnos unos botellines con los amiguetes, y eso no significa que todos nos bebamos una botella de alcohol destilado al cabo del día.
En mi opinión, creo que la persona fumadora de cannabis, ante todo no debe engañarse. El cannabis es una droga, como otra cualquiera, y como tal no se puede considerar inocua: tiene efectos y consecuencias: afecta a la percepción, crea sindrome de abstinencia, incidencia en la salud, dependencia, etc. Que estos efectos no sean tan acentuados como en otras sustancias no quiere decir que no existan, y el que no lo quiera ver se está engañando.
Y que conste que a un servidor le gusta fumar porretes. Eso sí, si descontamos los antes mencionados botellines, tampoco consumo otras sustancias. La gente que me conoce puede ratificarlo.
Es una cuestión más de hábitos que otra cosa. Llegas del trabajo hasta las narices y te apetece relajarte. Quedas con tus amigos y te echas unas risas. O bien estás en casa, y te apetece fumarte un flai mientras repasas algo que has escrito, precisamente porque te gusta ese cambio en la percepción, ese puntito de depresión lúcida del que habla Antonio Escohotado en el video, que te da cierto distanciamiento. Te aleja un poquito, ojo; ni te hace escribir mejor, ni te va a inspirar, que quede claro.
Sin embargo afecta, y mucho, cuando necesitas empeñar toda tu atención durante el desarrollo de un trabajo, o en relaciones personales que se salen del mero contexto de la amistad, o simplemente cuando tu mente necesita estar al cien por cien, vamos, que si fumas costo o maría mientras curras, tienes muchas papeletas para cagarla... o quizás no, pero a mí no me gusta, precisamente porque me angustia, me emparanoia y en vez de ser una experiencia agradable se convierte en un rato bastante mustio, que es lo que le pasa a a esta chica durante el reportaje. En cualquier caso te pasaría lo mismo si fueras cocido a carajillos. Creo que es una obviedad manifiesta, para eso no había hecho falta que te pusieras gocha, mujer.
Una pregunta para Samanta, con respecto a los chicos de Proyecto Hombre que aparecen en el reportaje: ¿Solamente fumaban porros? Lo digo porque yo soy de Carabanchel, conozco a gente que ha pasado por esa asociación, y a otros que sin pasar por ella han vivido situaciones parecidas, y lo más común en todos ellos es que el cannabis solo haya sido una más de las distintas sustancias que han consumido. No entro en el manido debate de si han empezado con porros y han acabado enganchados al caballo, probablemente el hecho de ver a su padre más tiempo en el bar que en su casa también influyera. Pero en cualquier caso no solo han sido los porros los que han arruinado su vida, en todo caso habrá sido el hecho, cada vez más normal (y de ahí el alarmante incremento) de incluir el consumo de drogas (unas más aceptadas socialmente que otras, como el alcohol) como elemento de ocio, algo que en las sociedades desarrolladas lleva pasando desde hace casi cuarenta años (del tabaco ni hablo), y ahí tiene mucho que decir el nivel cultural, educacional, el ámbito familiar y el entorno social de los potenciales consumidores.
Tampoco voy a entrar en el debate sobre la legalización. Creo que puede tener cosas negativas y otras muchas positivas; como ya he comentado antes creo que es más una cuestión de cada consumidor que de la droga en sí, no creo que fuera la solución al problema; en algunos casos resultaría nefasta, en otros muchos creo que muy positiva por lo que conlleva en terminos de control de calidad, información o precio.
Otra cuestión ¿Dónde queda la libertad del individuo, conocedor de estas consecuencias y efectos de los que hablo, para decidir si quiere o no fumarse un porro? En el reportaje ni se plantea. Conozco los coffeeshops de Amsterdam, y lo que más me gusta de ellos es la sensación de normalidad que me ha invadido cuando me he sentado en una terraza a fumarme un canutito, después de una buena pateada por la ciudad, sin verme a mí mismo como un marginal que está haciendo algo malo, y sin sentirme juzgado.
Estoy seguro que más de una persona que pueda leer este post, pensaría que, pese a lo que quiera contar, soy un drogadicto en potencia, o un alcohólico en potencia por lo que he dicho antes de los botellines, y es probable que tenga razón. Sin embargo creo que llevo mi vida con bastante normalidad, o por lo menos no veo que mis problemas sean muy distintos a los de otra gente que ni fuma ni bebe, y lo que también he tenido ocasión de comprobar es que hay gente que hace este tipo de juicios y vive en un continuo conflicto, en una especie de lucha contra el montón de estímulos a los que nuestra forma de vida nos enfreta de forma cotidiana. Eso si no son directamente unos hipócritas.
Una última reflexión con respecto a los efectos en la percepción, la perdida de atención, o las consecuencias sobre la salud ¿Acaso trabajar doce horas todos los días no genera los mismos problemas? ¿Para cuando una ley que prohiba trabajar un montón de horas seguidas? (Y eso que no entro en otro tipo de demagogias como la adicción a la tele o la religión, que esa es otra)
Un besote hermétic@s
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